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Herencia

Tengo un bisabuelo tirao en una cuneta y cubierto de tierra entre Medina Sidonia y Casas Viejas. No lo sabíais, ¿verdad? Normal, fuera de mi casa –y entendamos mi casa por mi núcleo familiar más cercano, osea, mi hermano, mi madre, mi padre y yo, y ahora mi pareja también– no se habla mucho del tema, así que la mayoría de la gente que me conoce ni siquiera tiene noticia de este hecho.

Creo que nunca lo hemos hablao demasiao por mi abuela paterna, hija de este señor desaparecío durante la guerra, porque era doloroso para ella, seguro. Yo me enteré por mi padre un día cualquiera, y desde entonces no dejo de darle vueltas. Ella no hablaba por miedo, quizás, también, porque la gente de La Yeguada –o San José de Malcocinado, como se conoce mejor; pero yo prefiero llamarla La Yeguada, como prefiero hablar de Casas Viejas– que sobrevivió al conflicto sigue teniendo pavor de cosas que supuestamente ya no existen. Supuestamente, porque en realidad nos siguen mordiendo el culo. Pienso, quizás, también por vergüenza, pero, ¿de qué? ¿De tener a alguien desaparecío en la familia? ¿O de no haber actuao, de no haber podío hacer nada al respecto? Quién sabe. Nunca le pregunté, ¿sabéis? Yo también tenía miedo de hacerle daño a una señora que era tan poquita cosa, tan chiquita y tan arrugá, tan cansá de una vida de trabajo.

Pero ahora mi abuela ha muerto, y el recuerdo de mi bisabuelo se ha quedao perdío bajo mierda. Sé, por mi padre, que su marío, mi abuelo paterno, estuvo buscándolo durante un tiempo, y anduvo cerca de su pista, pero no pudieron dar con él, porque no lo dejaron registrao entre los fusilaos. No se sabe. Cuentan que se mató antes de que le metieran un tiro en el paredón, pero probablemente su cuerpo esté ahí tirao con el resto de los que sí mataron los franquistas.

Y me digo a mí misma que ya no voy a dejar que ni la pena ni el miedo me impidan encontrar algún día a ese señor que no conozco de nada, pero a quien mi abuela no pudo enterrar dignamente. Porque aunque no le conozca, ese señor, Francisco Pérez, era el padre de mi abuela, y es su sangre la que llevo en mis venas. Porque es de justicia que ese hombre descanse en su propia sepultura, igual que la gente que le acompaña, y no esté arrebolao en un puñao de huesos marchitos sin respeto, como si fuese peor que un despojo humano. Lo hago porque es la herencia que me han dejao en este país de mierda. Pero sobre todo lo hago por mi abuela, que sa muerto sin poder dejarle flores a su padre sobre una lápida de piedra.

 

Andalucía es colorá

Andalucía no es blanca y nunca lo fue.

Nos han intentao hacer creer eso durante muchísimos años, a base de martillo y cincel, a base de centralismo y color rojo sangre teñido de opresión.

Andalucía no es blanca, aunque hayamos sido criás bajo el privilegio blanco, porque el norte —sí, el norte; más allá de Despeñaperros tó es norte, porque aquí somos el sur; ¡el sur!; somos el calor, somos la tierra roja y el mar salao; somos vientos huracanaos y corrientes helaoras; el sur; ¡el sur!; pero ahora hablamos del norte más allá del norte; de ese norte tan al norte que es casi el sur de Francia—, se mantuvo casi blanco cuando llegaron los que no eran blancos, y cuando bajaron aquí, echaron lo que no era blanco pa imponer lo blanco.

Lo blanco mu blanco.

Y no debería quejarme por lo blanco. Lo blanco ma permitío ser más libre que otras hermanas, y ma permitío mantenerme más alta. ¿Pero sabéis que pasa? Que aunque soy blanca, soy andaluza, y eso ya parece que anula lo blanco. ¿Será, porque como andaluza, en realidad no debería ser blanca?

Porque lo blanco vino de fuera, y es colonizador y aplasta lo que había, y lo que hay. Porque aquí caló lo negro, y lo gitano, y lo morisco, y lo sefardí. Aquí se canta con las manos, con los pies, y se canta con la voz rota y con la nota larga. Aquí se baila con el corazón, con el genio, con el coraje y con el viento. Aquí se toca, y se mira, y se siente con losojo y con los labios. Andalucía está atravesá y penetrá, está ungía en cientos de dioses y en las lágrimas de madres campesinas que lloran desde los tiempos eternos.

Andalucía no es blanca, porque nuestra cultura no es blanca.

Es el vino, y la música, y el calor de la primavera. Andalucía es el sonido de las olas y el olor de las montañas; y es el deje y el hablar sin letras porque las letras sobran cuando quieres cantar palabras. Andalucía huele a nación dormida, pero bullente, emergente y apasioná; a anarquismo feroz, a campos regaos de sangre, a rabia recalcitrante y enconá que se ha vuelto tibia con el tiempo.

Andalucía ha vivío tantas cosas que no hay días pa contarlas. No hay años pa’notarlas. No hay siglos pa aceptarlas. Se la ha traído de vuelta y del revés, y sabe a hierbabuena, y a pringue, y flamenco, a la tierra aplastada por caballos, a riqueza empobrecida y explotada por el amo, a revolución muerta, a llantos convertíos en sal y en olvido. A sufrimiento.

Andalucía es el sur. ¡El sur! Y como todo sur no cuenta. Es tierra olvidada salvo en verano; es pobreza vespertina. Andalucía es manos de viejas arrugadas y resecas, rostros de ancianos curtidos y morenos, y vasos de tinto barato que anegan el ambiente con su aliento. Es juventud perdía, emigrá, desesperá que muere antes de llegar a su plenitud, ahogá por la opresión de un territorio que se empeña en inundarla. Es cultura apropiá. Es lengua no reconocía. Es calor enfriao por culpa de una explotación que no termina.

No es blanca. Es colorá. Es verde. Es amarilla. Es azul, marrón y negra. Es salitre. Es Riotinto y Doñana. Es morá. Es bermellón. Es el recuerdo de mi abuela agachá en un parterre podando rosas mientras la caló la hacía sudá como no sudaba salvo en verano. Es el sombrero de mi abuelo mientras metía tomates en tarros de cristal, y el olor a tierra recalentá por un sol que no perdona. Es el olor a pescaíto frito, y a té de morería. Es el mar, la mar, rodeada de poniente y de levante que levanta los granos de arena y los hace bailar al son de la música gitana. Es el ruido de la feria. Es el bolsillo roto del hombre pobre que ya no tiene pa comé. Es tantas cosas que no habría folios, ni días, ni años pa escribirlo tó.

Lo que sí, es pobre. Es pobre y explotá. Pobre, explotá y abandoná. Y marginá. Y eso es lo que no la hace blanca, sino colorá.


 

La foto la he estraído de esta página http://www.licordegranadas.es/index/citas/lorena-alvarez-la-boda/ No es mía, así que no recibo créditos por ella de ninguna manera. Sólo me pareció la más adecuada para este texto. Si  hay algún problema con ella la retiraré 🙂