Mi cara y yo

Esta entrada no va con imágenes, pero porque creo que no hace falta para nada. Sólo es una reflexión que llevo haciéndome unos días y que ya estaba dispuesta a compartir.

Veréis, yo siempre he sido una persona acomplejada por su físico. Nunca me he considerado especialmente guapa, me he visto más grande que otras amigas, y estoy gorda desde que tengo uso de razón. A veces más, a veces menos. Después de una adolescencia terrible en la que no conseguía encontrar ropa de mi edad por ninguna parte, me acostumbré a mi propio cuerpo, y aunque no lo amaba, no me impedía hacerme fotos ni me creaba complejos.

Sin embargo, hace ya más de un año me sobrevino un cambio emocional muy fuerte y brotaron una gran cantidad de sentimientos negativos hacia mi persona que hace tiempo que me atosigan, y que a veces han alcanzado puntos críticos en los que me he visto huyendo de las fotos, no queriendo salir a la calle para que nadie me viese y cosas semejantes.

Muy fuerte.

Cierto que nunca me he querido, pero eso alcanzó unas cotas tan bestias que nunca antes había rozado, siquiera. Tampoco ayudaba que de pronto todas las chicas me pareciesen delgadas y preciosas, y yo me iba sumiendo en una espiral horrible de la que no podía salir. He intentado cambiar mi cuerpo, mi rutina y mi dieta, pero como hablaba con una querida amiga hace poco, en realidad no lo intento lo suficiente. ¿Por qué? No  lo sé. Quizás porque no me quiero lo suficiente, tampoco, y es algo en lo que estoy trabajando.

Una noche, sin embargo, regresábamos a casa de una fiesta con mis amigues, y mientras mi pareja aparcaba el coche en el garaje, decidí echarme un selfie porque llevaba puesta mi bandana de Naruto y quería ver cómo me quedaba. Además, hacía unos días me habían hecho unas fotos que no me habían desagradado y decidí darme una oportunidad. La miré con mi negativo ojo crítico, le puse un filtro que ni mejoraba mi expresión ni me quitaba las ojeras, y estuve a punto de borrarla… Pero no lo hice. La publiqué en Instagram, en Facebook y en Twitter, porque de pronto me sobrecogió una rabia contra mí misma que me dejó paralizada.  ¿Por qué tengo que no sacarme fotos? ¿Por qué tengo que odiar mi cara, mi cuerpo y a mí misma? Así que decidí hacer algo al respecto, y empecé a hacerme selfies y a publicarlos en Internet. De momento llevo solo tres, pero espero llegar a más.

¿Por qué esto merece una mención en tu blog? os preguntaréis. Porque estoy harta de esconderme, de odiarme, de apalearme. Tengo mucho trabajo que hacer aún, pero decidí en ese momento, mientras miraba mi imagen reflejada en la pantalla del teléfono, que ya estaba bien de no aceptar mi cara como es, ni mi cuerpo. Decidí usar las fotografías para mostrarme, para verme, y para que la gente me vea como soy, poco a poco, avanzando despacito para enseñarme. Primero la cara. Más adelante, toda yo. Quizás no os hagáis una idea de lo importante que es esto para mí, ni del paso que estoy dando, porque mucha gente se hace fotos y selfies. Pero cuando te quieres tan poco y odias verte reflejada siquiera en el espejo, hacerte una foto de tu cara y dejar que todo el mundo la vea, añadiéndole un color diferente o sombras diferentes, sin cambiar ni un solo ápice de tus arrugas, de tus ojeras, de tus granos o de tu vello facial (yo veo todo esto en mi foto, os lo prometo), para mí es como mostrarme desnuda, porque es mi mayor miedo, mi mayor debilidad.

Quiero fortalecerme, empoderarme, quererme a través de las fotos que yo misma me haga; aprender que no hay nada malo en mi cara ni en mi cuerpo, y entender que es así. Que puedo cambiarlo si quiero, pero que puedo cambiarlo SI lo quiero. Si no me amo, nunca lo haré, perdiendo o sin perder peso, porque estar gorda también es bonito y de verdad quiero creerlo para mí misma, porque no me merezco odiarme tanto.

Así que nada, ahí me tenéis.

Y si no me queréis… ¡que os den!

 

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